Ya tengo mi acreditación.
Puede parecer un detalle menor pero la verdad es que tomando en cuenta lo duro de las medidas de seguridad, será bastante difícil permanecer en Moscú y ni se diga movilizarse a las otras sedes que tengo en mi itinerario (San Petersburgo, Nizhny Nóvgorod y Kazán) sin este documento.
No es que el ambiente sea muy militarizado pero ves seguridad en todo momento, como si hubieran repartido a todos los policías para que haya uno cada 500 metros. Cerca del Kremlin, uno de ellos alejaba a un indigente, que le respondía con el semblante descompuesto. Pero los rusos aseguran que los agente están cada vez de mejor humor, gracias al Mundial. ¿Será?
Para recoger la acreditación, tuve que enfilar temprano al estadio Luzhniki, queserá sede del partido inaugural dentro de 48 horas, entre Rusia y Arabia Saudita. El escenario es muy bonito, limpio, con una pulcritud casi que de monumento público en su fachada; de adentro es poco lo que puedo decir porque no se me permitió ni siquiera asomarme a la cancha.
El chequeo para entrar al estadio fue meticuloso con mayúscula. Una vez tienes la credencial, hay una máquina que lee el código de barras del documento, y luego el equipo fotográfico, móvil, computadora, todo pasa por un escaneo, mientras que tú también cruzas una detectora de metales, y luego te hacen otro registro como si estuvieras en cualquier aeropuerto estadounidense.
Adentro, hay un correr y entrar de gente
intenso, ultimando preparativos para la inauguración. Ves gente colocando stands, limpiando, haciendo pruebas de transmisión… No es un buen lugar para estar, lógicamente, así que en cuanto junte mis documentos, me largué. La dejaremos para el jueves, Luzhniki.
LA CALLE ADOPTIVA
Al salir del estadio, me dirigí a la Plaza Roja, que queda a unos 30 minutos en metro.
El metro es complicado, no voy a mentirles. Apenas hoy comenzaron a poner letreritos en inglés adentro de las unidades; eso no vuelve menos difícil entender el sistema, aunque en mi caso, sé que del estadio a la Plaza sólo debo seguir el trayecto rojo.
La organización ha tenido la amabilidad de darnos un pase de metro gratuito a todos los periodistas acreditados por la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), que así nos ahorramos los 32 rublos de cada viaje, con independencia de los destinos. Digo, no es tanto pues, como 0.40 centavos de dólar, pero ha sido un primer gran detalle, ¿no?
Llegué a la Plaza Roja pero el paso estaba cerrado, precisamente por las instalación que se hace de estructuras comerciales, operativos de seguridad y demás previos no sólo al Mundial sino a la celebración, este martes, del Día de Rusia.
Todos los 12 de junio se conmemora la declaración de la soberanía de la Federación de Rusia que puso fin a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, o CCCP según lo que decían las famosas camisetas que esa selección ocupó entre 1958 y 1990). Ese día hay conciertos, bailes y demás al aire libre, y sin duda será el modo más amable en que los rusos podrán recibir a los miles de aficionados de todo el mundo que se esperan en las próximas 48 horas.
Como la zona está cerrada, a los turistas que ya circundan el centro de Moscú no les quedó de otra que hacer sus manifestaciones de alegría en una calle aledaña, la calle Arbat, que es una peatonal chiquita, quizá de un kilómetro de largo.
La calle tiene mucha historia pero a los aficionados, sobre todo argentinos, colombianos, peruanos, mexicanos y brasileños que ayer la hicieron suya con cánticos como “Campeones como en el 86, oe, oe, oe, oe” o “El que no salte es uruguayo”, poco les importaba estar frente al restaurante en el que el escritor León Tolstoi se juntaba con sus amigos, o la historia de la escultura de Pushkin y Natalie.
Uno de ellos, de nombre Sebastián, un hombre joven que se vino desde Bahía Blanca, Argentina, tras gastarse $5 mil dólares en boleto, hoteles y entradas para los tres juegos de primera ronda de la albiceleste, le tomaba fotos a todos sus paisanos, indiferente a toda la infraestructura.
En la medida que el día fue progresando y el clima fue mejorando (de los 6 grados con que amanecimos a los 18 grados a eso de las 5:30 p.m., con sol incluido), los aficionados se fueron multiplicando, de modo que al caer la tarde ya se había montado una buena mancha de colores azules, amarillos, rojos y verdes, los de las bufandas y banderas de la gente. Lo que más me sorprendió fue ver a una nutrida barra de iraníes. En un inglés que sufrimos tantos ellos como yo, nos comunicamos. Una de ellos me preguntó “¿de qué país vienes?”. Y asombrados, me dijeron que sabían de El Salvador. “Centroamérica, Centroamérica”, repetía otro, exhibiendo sus conocimientos de geografía.
NUMERITOS
Es imposible no hacer automáticamente el cambio de moneda cuando te tomas un café o te compras una botella de agua. La botella de medio litro te cuesta 100 rublos, es decir, como $1.50 dólares, comprada a paso de peatón. Matrioshkas de los jugadores (una cosa entre divertida y horrible, porque las caras de los jugadores sinceramente no pegan con el diseño de estas artesanías), 2 mil 200 rublos… 33 dolaritos. Unos ushanka, gorros súper ricos para que no se te enfríen las orejas, valen 5 mil 200 rublos… ¡$78 dólares! Tocará enfriarse las orejas.
Hay cada experiencia según la suerte del turista. Algunos se quejan de haber cambiado rublos a razón de 40 por un dólar, mientras otros festejan que lo hicieron antes de venir a Moscú y recibieron hasta 70 por dólar.
Una de las vendedoras de artesanías, curiosa luego de intentar sin éxito adivinarme el acento, me preguntó de dónde vengo. Y repitió varias veces “El Salvador, El Salvador”, con una sonrisa quizá de incredulidad. Alcanzó a recomendarme, supongo que de buena fe, que no me viaje de vuelta sin tomarme una sopita borsch. “Da lo misma caliente que helada.”
Pero en Moscú, desde hoy, nada luce helado, porque los fanáticos de todo el mundo comienzan a traer los olores y apetitos del deporte más caliente.
Acá les dejo un vídeo que resume esa sensación, con clips que recogí en este martes premundialista.
Felicidades excelente crónica, esperamos esos detalles que le ponen sabor al mundial…Si mi SELECTA estuviera en Rusia mínimo ahí.estuviera también
Violeta:si no encuentra periódicos en español,pruebe The Moscow Times,que leo a diario por internet y presenta diferente información relativa a la vida en Rusia y podría orientarle en sus visitas,por ejemplo comidas y diversiones.
Le recomiendo conseguir una copia en español de “Maestro y Margarita”,Mijail Bulgakov,verdadera obra maestra que identifica aspectos de la vida en los años 30 del siglo XX,durante la era soviética.Buena suerte