Vista del estadio de Niznhy, junto a la catedral de Alejandro Nevski.
Llegar a la una de la madrugada te permite apreciar verdaderamente la noche en Rusia, por aquello de las noches blancas y el hecho que el sol se oculta hasta ya bien tarde. Esa es la parte romántica, pero tener que tomar un taxi a esa hora, con la desconfianza que provoca no saber si es seguro o no, termina por trastornar el hermoso cuadro que pinta la ciudad rusa de Niznhy.
Buscar el hotel también es complicado debido a las calles bloqueadas. Cerca está el estadio de Nizhny Novgorod y el tráfico se descontrola un poco, pero observar el escenario deportivo iluminado en la noche vale esa pena.
Niznhy es amigable desde la llegada, pero a lo que llegamos desde zonas vulnerables todo nos da desconfianza. De pronto un señor se acercó ofreciéndome taxi y yo, que no le había preguntado a nadie tratando de ser cautelosa por aquella psicosis que se vive en El Salvador, dude en decirle que sí. Pero me generó confianza y tomé el riesgo… aparte del cansancio que ya arrastraba. El dilema era como entendernos y nos empezamos a comunicar a través del teléfono móvil. Así me dijo el precio de la carrera y considerando la hora era razonable.
Tomamos la ruta hacia el hotel, pero ya se le había olvidado la ubicación y me dijo que le recordara la dirección. Saqué el documento para revisar y me preguntó qué idioma hablo. Con fuerza le digo que español. Configura su móvil de ruso a español y quedé sorprendida al ver que estas aplicaciones sí funcionan.
Así me relató que tuvo una novia de España que se llamaba Olga, que era bailarina y que viajaba mucho. Pero que no había aprendido a hablar mucho el idioma español.
El ruso normal no va al estadio
Dmitry, el taxista, agarró cuerda y no soltó el teléfono durante todo el camino. Le pregunté si tenía pensado asistir a algún partido, pero respondió que no, que las entradas para cuartos de final estaban muy caras, que él era pobre y no era capaz de dar un equivalente de 400 euros por una.
Emocionado no paraba de decirle cosas al celular para que me las tradujera. Claro, yo iba pendiente de la carretera, por aquello de algún accidente, pero a él no parecía importarle.
En el hotel observé que la recepcionista tenía el mismo perfil: amigable. A la mañana, ya con luz de día, decidí caminar al estadio para el partido entre Inglaterra y Panamá porque las calles estaban bloqueadas, lo único que nos dividía entre mi destino era un río que parece lago, porque el estadio se encuentra rodeado de dos ríos, el Oka y el Volga.
El estadio de Niznhy, junto a la catedral de Alejandro Nevski, visto de día.
Su vista era increíble desde la calle Nizhnevolzskaya por que junto al estadio se observaba la catedral de Alejandro Nevski.
De camino al estadio tocó que caminar un poco, pero el clima era muy diferente al de San Petersburgo. Allá todo era fresco y la mayoría utilizaba suéter. En Niznhy comenzaba a subir la temperatura y de 27 llegó hasta 32 grados centígrados. Era un calor que agotaba las energías.
En Nizhny las personas siempre buscan la forma de saber a qué se dedica uno. El comportamiento de los habitantes es cortés y aunque no he recorrido en su totalidad esta ciudad puedo decir que es agradable, pese al calor sofocante, saber que la ciudad es amigable y que muchos se esfuerzan por entender a los que hablamos español.