Ahí, en una esquina, quedó la bandera de El Salvador con sus sagrados azul y blanco. Para la posterirdad en Rusia.
Al caminar por la Plaza Roja, en estos tiempo de Mundial, siempre se debe ir despacio y observando todo alrededor porque en algún sitio hay alguien cantando, tocando algún instrumento o haciendo algo peculiar. En cualquier esquina uno se encuentro algo que sorprende, que ilusiona.
Hoy sobre la plaza Lubianka, donde generalmente pasa la mayoría de aficionados en las cercanías de la Plaza Roja, estaba un grupo de personas observando y haciendo fotos a un cuadro que mide cerca de un metro cuadrado. Todos buscaban un espacio para observar pero más para dejar el recuerdo de su país.
El cuadro estaba lleno de banderas de los distintos países, pero El Salvador no aparecía. Y no se podía quedar así. No podíamos llegar tan lejos sin dejar un recuerdo. Espacio ya no había porque casi todo estaba ocupado y aunque siempre llegamos tarde a la hora de distribución, el salvadoreño siempre se las ingenia.
A eso hay que agregar que la pintura casi estaba por acabarse, así que había que poner rápido las manos a la obra. Aunque era una bandera diminuta, comencé primero con los trazos azules, luego el blanco y finalmente las tres letras: ESA. Allí quedaron los colores patrios que en cualquier parte del mundo siempre se hacen notar.
Colocar la bandera de El Salvador, aunque sea pequeña, fue significativo, porque en medio de esa gran cantidad de banderas también está nuestro país.
Brasil es el más sobresaliente, pues le dibujaron una gran bandera, al igual que su nombre. La bandera de El Salvador es chiquita, pero visible para todos. Pasa lo mismo con los aficionados salvadoreños que han asistido a la Copa del Mundo, que son pocos pero resulta fácil identificarlos rápidamente porque siempre andan el azul y blanco en la espalda o en el pecho.
Roberto Guerra, salvadoreño que llegó a Rusia esta semana para presenciar el Mundial. Pasea por las calles de Moscú con su bandera.